BREVE NOTA SOBRE LA CONSPIRANOIA



(NOTA: El término conspiranoia y derivados puede resultar ofensivo para algunas personas. Aquí se usa desde la mera practicidad, porque aunque sea un neologismo que pueda usarse con intención menospreciativa o vejatoria, es un término claro y actual de un fenómeno que en este artículo intento demostrar como algo “real” y diferenciado de otros procesos con nombres más neutros, como podrían ser “pensamiento alternativo” o “pensamiento crítico”).


1-Conspiranoia define una tendencia mental y social a creer que hay poderes ocultos que manejan de una u otra forma nuestras vidas, nuestro pensamiento o nuestros procesos históricos. Importante aquí el uso de la palabra creer.

2-La Conspiranoia, pese a que no es en sí misma un proceso actual o nuevo, sí que es en esta época dónde se ha acuñado, y quizá dónde vive su máximo esplendor. Esto es debido a varios factores, entre ellos la sociedad de Internet, la globalización, y la corrupción de facto de muchas instituciones.

3-Cabe destacar que se puede trazar una línea bastante clara entre la conspiranoia y los diferentes procesos filosóficos y sociales de nuestra era reciente. Empezando en la transición del siglo XIX al XX, los procesos de desintegración de las ideas sobre la realidad objetiva, la razón, y en términos muy amplios la noción de verdad o bien, sufren un desgaste del que no se han recuperado. Las obras de Nietzsche, Freud, Marx, Einstein, Bohr… son sólo algunos ejemplos de este cambio de mentalidad en todos los campos del saber humano.

4-La corrupción sistémica de todas las instituciones (económicas, estatales, sociales) podría quizá ser achacada a la influencia del capital sobre todo el espectro de la vida humana. Sea como sea, esta corrupción sumada a la capacidad que tenemos hoy en día de recibir información a través de los nuevos medios de comunicación crea en el sujeto la creencia justificada de que siempre hay en juego intereses ocultos, verdades que se esconden, avaricia y maldad en todas partes. Esto es en gran parte el mensaje que recibimos, y que EN PARTE está basado en la realidad. Muchas cosas son mentira. El individuo sospecha, sospecha de todo. Pero no de una forma metódica y cartesiana, sino como un mecanismo de defensa ante un mundo hostil que lo apisonará en cuánto tenga la oportunidad.

5-Procesos actuales como la crisis de 2008, el Covid, el cambio climático, o las fake news han sido potenciadores del fenómeno. Yo mismo no podría poner la mano en el fuego sobre si el atentado del 11-S de Nueva York no fue realmente un ataque de falsa bandera. Hasta este punto llega el descreimiento del que nadie es totalmente impermeable. Incluso en los procesos de selección sobre lo que consideramos verdad o no, se amalgaman pensamientos contradictorios y una duda siempre presente. Creemos y no creemos cosas a la vez, en una especie de doblepensar orwelliano que genera desde parálisis, a nihilismo, a la Conspiranoia en sí misma.

6-La Conspiranoia entra en choque frontal con su antagonista, la Verdad Oficial, precisamente en el terreno de esa verdad. Cómo esa verdad ya es un término totalmente plástico, moldeable al gusto del consumidor, el acuerdo o el mero intercambio de ideas se vuelve imposible. Ambos se reclaman el uno al otro fuentes, fiabilidad, pruebas, documentos o rigurosidad, sumergidos en el océano internet dónde la cantidad de información es tan grande como infalsable. La madriguera de conejo de la información es ahora un laberinto.

7-Es obvio que el proceso de duda, de cuestionamiento de la Verdad Oficial, es algo no solamente incontrolable y justificado, sino que además es sano social y políticamente. El problema surge cuando la duda llega tan lejos cómo hasta el método científico. Y quizá tiene que ver con que el ciudadano actual está muy alejado o errado respecto a qué es el método científico. Esto genera la incapacidad de seguir cadenas lógicas sólidas.

8-El método científico no es más que un consenso social, como tantos otros, por el cuál nos ponemos de acuerdo sobre lo que resulta válido por el momento, y útil para nuestro con-vivir en el mundo. No pretende plantear verdades absolutas, si no herramientas avanzadas. El problema es que la ciencia, como fenómeno humano de por sí, no es impermeable a esa corruptibilidad que constatamos. Así, instituciones como las empresas farmacéuticas, la OMS,  el Estado, etc. Son también motivo justificado de descrédito para la población. Pero para el/la conspiranoica, que llevan el proceso de duda un paso más allá, son ya directamente culpables. Y esto estará basado en supuestas pruebas (o no) que encontrará o buscará en el mundo virtual, dónde tiene cabida todo. Veraz o no veraz.

9-Lo descrito más arriba demuestra la paradoja por la que un sujeto, en el proceso de duda razonable, empieza cuestionándolo todo, acaba descreyendo de todo lo que se le presenta como real, para finalmente encontrar otra verdad, a la que obviamente hay que agarrarse como CREENCIA y asumir que no es más que una mera opinión, puesto que no se puede confiar o probar nada; la alternativa es proclamar que ésta es… La Verdad, La Nueva Verdad, La Verdadera Verdad de la buena… lo cuál es cuánto menos arriesgado, porque plantea una separación clara entre unos, conocedores y otros ignorantes.

10-Lo que empieza como un proceso emancipatorio e iluminador del ser humano acaba convirtiéndose en una nueva separación, en dos verdades enfrentadas e irreconciliables. El consenso social se destruye. La Opinión o Creencia tiene la misma validez que la ciencia, que acaba siendo ninguna… pues todo es interpretable, subjetivo e (i)rebatible.

11- En este proceso aparentemente dialéctico no se genera nada más que una imposibilidad de consenso, y un abanico de distintas posturas ante la vida, que como ya hemos visto van desde el nihilismo extremo al cinismo, paranoia, psicosis, insolidaridad, aislamiento, relativismo… No se construye nada que pueda ser útil al bienestar general o a mejora social de ningún tipo.

12-Esto en parte es debido a que la Conspiranoia sigue siendo minoritaria, y en esa narrativa de antítesis, de revelación, de fuerza que se opone a un sistema opresor y corrupto, de underdog, el conspiranoico se ve mucho más en la necesidad de luchar por su verdad, por compartirla y emancipar al resto de sus conciudadanos. Y siente el rechazo o la indiferencia en muchos casos, pero un fuerte sentimiento de pertenencia con su minoría ideológica, con sus mentalidades afines, reforzando aun más esa cruzada vital, y esa otredad.

13-Si hablamos del término narrativa es porque si hay algo común en la historia del ser humano es la necesidad de una narrativa, que en su nivel más básico es una concatenación de sucesos, y en el fondo, una causa-efecto. El ser humano está especializado en mirar al mundo desde el prisma de la causalidad. Es una de tantas formas de supervivencia que hemos incorporado en el proceso de evolución. Una de las mejores posiblemente. El poder explicar el por qué de las cosas es casi nuestro hecho más diferencial, entroncado íntimamente con la razón. Por eso, al ser humano se le da mal lo contrario: Los procesos de aleatoriedad, o los procesos de causa-efecto demasiado complejos. Estamos programados para intentar siempre buscar una explicación a las cosas que suceden en el mundo, y nos cuesta entender que haya tantas relacionadas con el puro azar. Y algo tan potente como una pandemia mundial, debe tener una explicación. Si no la hay, es que está oculta. Y si está oculta es porqué alguien lo ha querido así. Como nuestro proceso de narrativización de la realidad se ha ido complejizando, muchas veces el intento de buscar causalidad acaba en un sujeto, y que en el caso de la pandemia desde la visión conspiranoica será necesariamente un sujeto culpable. Y necesariamente con intereses ocultos. Pero también necesariamente no tan ocultos para que el conspiranoico no los conozca.

14-Huracanes, hambrunas, sequías, pandemias, accidentes… son sucesos que no tienen cabida en una visión conspiranoica del mundo, al menos a priori, porque no explican nada sobre la Verdad Oculta de las cosas, sobre las verdaderas causas que mueven el mundo, y que aunque aterrorizadoras, dan al conspiranoico cierta sensación de seguridad, de poder explicar al menos parte de lo que sucede. Pero en este proceso, nadie, ni él mismo, está a refugio de la incertidumbre, del azar, de la incapacidad del ser humano para alcanzar verdades absolutas, ni del cierto grado de libre albedrío que nos permite actuar y que desdibuja una visión determinista de la historia, dónde grandes poderes malvados y ocultos, como nuevos dioses, luchan por la supremacía del ser humano y tejen los hilos de nuestro destino… quizá hasta que aparezca el héroe de turno. Tal es el poder de la narrativa conspiranoica, que se presenta como una fuerte candidata a substituta de la religión en este “nuevo orden mundial”.





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